6 de abril de 1781. Cuzco: De polvo y pena son los caminos del Perú
Atravesados de balazos, los unos sentados y los otros tendidos, aún se defendían y nos ofendían tirándonos muchas piedras… Laderas de las sierras, campos de cadáveres: entre los muertos y las lanzas y las banderas rotas, los vencedores recogen una que otra carabina.
Túpac Amaru no entra en la ciudad sagrada a paso vencedor, delante de sus tropas tumultosas. Entra en el Cuzco a lomo de mula, cargado de cadenas que se arrastran sobre el empedrado. Entre dos filas de soldados, marcha a la prisión. Repican, frenéticas, las campanas de las iglesias.
Túpac Amaru había escapado nadando a través del río Combapata y lo sorprendió la emboscada en el pueblo de Langui. Lo vendió uno de sus capitanes, Francisco Santa Cruz, que era también su compadre.
El traidor no busca una soga para ahorcarse. Cobra dos mil pesos y recibe un título de nobleza.
Memoria del Fuego, las caras y las máscaras
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