Cuentan los cronistas que el Inca solía ser de mediana estatura, algo moreno, usaba el cabello muy corto y tenía las orejas deformadas por gruesos pendientes. Usaba una
camiseta de cumbí (17), hilada por las ñustas y labrada sobre la cual usaba una
manta llamada yacolla (13).
Ambas prendas eran hechas de lana blanca de vicuña, aunque en otras ocasiones su atuendo era negro y reluciente por estar hecho de pelos de murcièlagos. Calzaban
ojotas, adornadas con cabezas de animales hechas en oro, plumería o piedras preciosas (15).
Como
insignias reales usaba:
el llauto, las plumas del ave coraquenque, la mascaipacha, el topayauri y el champi.
El llauto era una gruesa cinta de lana multicolor que daba varias vueltas a la cabeza y servía para sujetarle los cabellos (5).
Las plumas eran 2 y se insertaban en el llauto proyectándose hacia arriba (1) (16).
La mascaipacha o borla encarnada era una flecadura de lana roja que, estando adherida al llauto le caía al Inca sobre la frente (7).
El Topayauri era un cetro de oro y el champi era un arma de guerra que constaba de un asta terminada en un hacha o porra también de oron (9) (4).
Las ropas que sólo admitían una postura y las insignias estaban a cargo de un mayordomo o guardarropa con autoridad sobre 25 pajes de 12 a 15 años de edad -hijos de curacas y señores principales- cuya única función era tener listos los ropajes que debía vestir el Inca.
Cuando el Inca salía de su palacio lo hacía en unas andas de oro macizo
con varales también de oro que sostenían un dosel para defenderlo
del sol, orlado con plumas de aves como guacamayos y papagayos.
Portaban la litera imperial por privilegio especial los indios lucanas, llamados los "pies del inca" que avanzaban por los caminos sin ocasionar el menor vaivén al palanquín.
Precedía a la litera el Ulancha o pendón real (10) hecho de algodón o lana y colocado en un asta en el que estaban las armas y divisas de cada monarca. Junto al pendón real marchaba el Sunturpaucar, insignia hecha de plumas de colores. Detrás de la litera un paje portaba el arco al Inca y otro las flechas. Luego seguía toda la fastuosa comitiva de la que participaban tambien: barredores de caminos, sahumadores que aromatizaban el ambiente, músicos y bailarines.
Durante su recorrido, si quería premiar a una provincia, descorría las cortinas cuando la cruzaba, mostrándose a la multitud. Si por el contrario quería castigarla, no se dejaba ver. La gente se ponía en cuclillas y recitaba plegarias, se arrancaba cejas y pestañas y las soplaban hacia el hijo del sol.